APUNTES PARA LA HISTORIA DE LAFERRERE
Entre los acontecimientos memorables de la Sociedad Literaria Gregorio de Laferrere, recuerdo el apoyo y la amistad que nos brindó el escritor Miguel Ángel Asturias, magnífico novelista, quien años más tarde -ya exiliado en Francia- sería galardonado con el Premio Nobel de Literatura de 1967.
Asturias, entonces residente en Buenos Aires, había dado un par de disertaciones en el salón del Aeroclub Argentino y asistió a un coloquio sobre poesía latinoamericana organizado por la Sociedad Literaria en su sede de la Avenida Luro.
Entonces tuve el placer de obsequiarle un ejemplar de Utopías, mi primer libro de poemas. En esa oportunidad Asturias escribió: “…Podríamos llamar lírico al conjunto de poemas de Alejandro Lanoël que componen esta obrita editada casi artesanalmente por la Sociedad Literaria Gregorio de Laferrere, sin embargo, por su extensión en el tiempo y el espacio merece un estudio más riguroso centrando la atención en el carácter y las vivencias del autor en diversos países de nuestra América hispana. Bien podríase encuadrar algunos versos como narraciones poéticas o poemas con sentimiento de prosa. Haciendo salvedad de ello, concluyo mi impresión con un pensamiento surgido de sus propias palabras: un bello epítome del alma humana…” .
A esas reuniones asistíó Manuel Mujica Lainez, el inefable Manucho, quien mantenía una entrañable amistad con mi familia materna, también el artista Claudio Gorrochategui, que pintó un óleo de la primitiva Estación Laferrere del Ferrocarril Belgrano y el escultor Santiago Chiérico, autor de uno de los primeros bocetos para el monumento al resero de la plaza “Soberanía Nacional”, que -aún en ciernes- era entonces sólo un terreno baldío.
Como dije en otro artículo de esta serie: “Eran otros tiempos…”. Recuerdo también a Clarice Lispector, notable poetisa y al siempre polémico pero genial escritor Elías Castelnuovo, que junto con Armando Lanoël, Gorrochategui y Chiérico se venían desde Liniers para asistir a nuestros recitales poéticos y conferencias, siempre bajo la batuta de don Parmenio Ramovecchi, que además de improvisado glosador era algo así como nuestro maestro de ceremonias ad honorem.
En la actualidad, la ciudad de Laferrere ha cambiado mucho, la avenida Luro es un populoso eje comercial. Pocos testigos de aquella época romántica recuerdan los esfuerzos de aquella “generación del 60” que mantenía viva la llama de la cultura en una población naciente como era entonces Gregorio de Laferrere.