LOS COLORES NATURALES
El grabado es una de las técnicas artísticas más adaptables a la experimentación con los diversos elementos plásticos que nos brinda la naturaleza. Ciertas arcillas ferruginosas, la elevada capacidad de absorción de los tintes vegetales existentes, algunas tierras tostadas o el bol arménico aplicado como base para el color, forman parte de un variado conjunto de materiales cuya composición reacciona ante los efectos lumínicos o en combinación con otros tipos de componentes químicos.
Las características del grabado y su impresión respecto a la luz se deben a la reflexión que los distintos materiales dan a la vista, una vez aplicados sobre soportes tan diversos como el papel artesanal, las fibras de madera laminada, el cartón de estraza o el lienzo común montado sobre bastidor.
Respecto a la naturaleza primitiva o derivada de los colores naturales, existen distintas formas cuya acción responde tanto al tipo de material empleado en la estampación como al soporte y la combinación de las tonalidades. Naturalmente, la luz derivada no se distingue de los objetos representados en una superficie plana como el papel industrial, que suele ser absolutamente liso.
No ocurre lo mismo con los cartones, cartulinas y lienzos, cuyas distintas texturas o rugosidades generan valores lumínicos derivados. En este tipo de grabado las figuras u objetos representados parecen sobresalir desprendiéndose del fondo. Contribuye a ese fenómeno la aplicación de la luz directa o indirecta.
En 1989 presenté en el Centre Pompidou de París una exposición de monocopias realizadas con materiales totalmente naturales y de factura artesanal. Los resultados logrados en esa muestra de grabados fueron sorprendentes. Ya había experimentado con ellos unos años antes, empleando un antiguo tórculo de platina fija. Los óxidos de cobre y de hierro disueltos en polvo de arcilla brindan una variedad de colores naturales que ya eran conocidos por los artistas plásticos de la antigüedad, especialmente en la realización de la pintura al fresco.
En la geografía de la península ibérica y también en las islas Baleares existen diversos tipos de arcillas cuyos colores se prestan muy bien para este tipo de aplicación, permitiendo una variedad casi infinita de composiciones derivadas de la naturaleza.
La amplitud de las gradaciones del color, dentro de una misma gama, permite jugar con la perspectiva utilizando las tonalidades como indicativo de distancia y de reflexión de la luz sobre las superficies. La mayor intensidad permite delimitar cada uno de los planos, marcando además la originalidad de las texturas. Se trata de una propiedad difícilmente alcanzable sin el auxilio del valor descriptivo que poseen los colores.
Vemos aquí como ciertas tinturas de origen mineral pueden brindar un precioso aporte al valor de la expresión plástica. Las diferencias en las densidades se logran variando la composición del óxido en el polvo fino de arcilla diluido en aceite de almendra.
Este grabado, perteneciente a la Serie “Mythes de la Méditeranée”, es una muestra de la riqueza de efectos lumínicos que permite el polvo de arcilla y el óxido de cobre, con su amplia gama de verdes, ocres y sepias. Los colores intensos del fondo y la incidencia de la luz sobre el yelmo de Atenea destacan el efecto de la perspectiva, dando la sensación gráfica del volumen respecto a la profundidad visual de la imagen. La variedad de tonalidades del óxido cúprico permite jugar con los contrastes formando una equilibrada combinación de luces y sombras.
© Alejandro Lanoël D’Aussenac